Policial
LA VIRGEN DE LOS OJOS CERRADOS
HORACIO ELSINGER
(De los cuatro vientos - Buenos Aires)
Esta breve reseña pretende celebrar la aparición de una novela detectivesca que transcurre en Tucumán. La historia novelada está vista desde los ojos de un periodista (Esteban) que paulatinamente se interna en la nebulosa de un crimen. Todo relato criminal está hundido en el silencio siendo el horror del asesinato la condición del lenguaje. La víctima aparece desde el inicio y será una niña asesinada y violada en el pueblo de Río Seco, una localidad distante de unos 70 kilómetros de San Miguel de Tucumán. La narración avanza en el intento por desentrañar el enigma que suscita ese cuerpo de niña, que a los ojos del periodista se convierte en una santa. Esa imagen conmovedora será un detonante para la revelación de su personal misticismo.
La retórica del crimen en las novelas policiales nos muestra que el sospechoso por lo general resulta ser inocente. No es éste el caso, puesto que desde un comienzo dos de los personajes, el padre de la niña (Sargento) y el Coronel, estarán en la mira del periodista quien profundizará la investigación. La gratuidad del móvil fortalecerá la complejidad del enigma y éste se irá desplazando, paulatinamente, desde las huellas que dejan las sectas religiosas hasta las torturas de los campos de concentración en Tucumán durante la dictadura.
La intriga fluye, atrapa al lector desde los inicios mismos de la novela. En ese río misterioso y ficcional están el amor de Esteban con su hija y los estragos que dejan las separaciones de pareja. Esteban asume lo que en la novela clásica es el detective aficionado, al igual que el joven que investiga en la película Terciopelo azul de David Lynch. El castigo a los culpables estará más cerca de la providencia que de la venganza judicial. La condena será interior y las manifestaciones exteriores, la enfermedad y la muerte, solo el pago, las consecuencias de la culpa.
Una novela que puede resultar atractiva para las recientes generaciones de jóvenes cineastas tucumanos, y que desde el comienzo hasta el final respira el perfume de la provincia, sus locaciones, hoteles, calles, dichos, lugares y paisajes.
(c) LA GACETA
Marcos Rosenzvaig